Ciudadanía digital en el Primer y el Tercer Mundo

En los países del Primer Mundo hay capacidad más que de sobras para enlazar a sus respectivos gobiernos a distintos sitios web. Estas webs pueden funcionar de diversas maneras: aclarar la legislación más reciente, tendencias educativas y objetivos futuros de las políticas que se aplicarán, prestar asistencia a candidatos políticos y permitiendo que los ciudadanos expresen su opinión política.
Ahora bien, mover ciertos aspectos de la vida política a Internet también tiene sus pegas. La falta de acceso a Internet en según que áreas puede reducir la participación ciudadana, ya que muchos procedimientos legales básicos se han movido a la red en algunos países y sólo se pueden cumplimentar vía Internet. Además, muchas entidades culturales y comerciales publican información sólo a través de la red.
Esto significa que los ciudadanos no digitales no podrán recibir esta información, lo que podría llevar a la exclusión social o al estancamiento económico. La llamada “brecha digital” es ahora mismo un tema sobre el que se debate acaloradamente y en algunos lugares afecta a una buena parte de la población. Sería el caso de América Latina, donde un 49% de la población se encuentra tecnológicamente aislado según se recoge en el diario mexicano El Financiero.

En los países del Tercer Mundo los ciudadanos digitales son muy escasos. El grupo se nutre de personas que usan la tecnología para superar obstáculos que incluyen dificultades en el desarrollo, corrupción e incluso conflictos militares. Algunos ejemplos serían los usuarios de Ushahidi durante las elecciones de Kenia en 2007, así como manifestantes de la Primavera Árabe que usaron las redes sociales para documentar la represión de las protestas.

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